sábado, 19 de septiembre de 2009

Nombres propios, ¿nos definen?

En las bibliotecas tenemos a nuestra vista numerosas fichas personales. Vivimos en una sociedad que muestra escasa imaginación a la hora de ponernos nombre, de llamarnos. Nada de intentar que insufle vitalidad, elocuencia o alegría. Nada de empatía con la naturaleza. Nada de asertividad. Nada de denominaciones trabajadas y, al tiempo, sencillas. No creemos –de la forma que lo hacen otras culturas– que el nombre influya en nuestro destino.

No, no; ponemos (y nos ponen) el nombre del/a artista de moda, al que, después, se le añade algún toque personal con letras inusuales (Jésika, Vanessa, Jennifer). O apelamos al patriotismo (nacional o autonómico) para llegar a Mencías, Jordis, Iñakis, Xoxés... O, claro, recurrimos al santoral (algo, eso sí, cada vez menos frecuente). O queremos que nuestros vástagos perpetúen el nombre familiar (¡cuántos disgustos no llevará a cuestas este empeño!). O, simplemente, somos fruto de la casualidad o infortunio (recuerdo aquella mujer llamada Sinforosa porque su padre, después de recorrer seis kilómetros, en un día intempestivo, para registrarla, olvidó la invectiva materna de que le pusiera Mariana y… echó mano vaya usted a saber de qué).

Esta indiferencia nuestra sobre el poder de lo nombrado, hace que el tiempo orille nombres que se nos antojan anticuados, y por (casi) nada del mundo los utilizaríamos hoy. En los tebeos de hace unos años nos encontramos con personajes tipo Pantuflo, Eufrasia/o… y todavía, en las veladas de la fresca en los pueblos, escuchamos hablar de Sinforiano, Pacífica/o, Especiosa/o, Romualda, Pancracio, Generosa/o, Prisca/o…

Ya sólo en los documentos podemos deleitarnos con aquellos Afelio, Ampelio, Antipio, Esmaldino, Filoteo, Nicostrato, Policiano, Procopio, Sidón, Siricio, Tesifón, Zósimo… y tantos y tantos otros que han sido cercanos apenas hace cien años.

Bien mirado, volvemos la vista bien a gusto cuando oímos Almudena, Amalia, Ana, Beatriz, Estrella, Juan José, Ignacio o Sara.

8 comentarios:

  1. Eso, que vistas las alternativas presentadas, me quedo como estoy, aunque sea muy común.

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  2. Si..., esos nombres del final son preciosos...je,je...
    Mi hermana en América conoció a un niño que se llamaba "onedollar" y curiosa preguntó de dónde procede ese nombre?.... ay! mi madre!, pues que los padres lo habían visto escrito en un billete de un dolar....

    En Huerta del Rey creo que hubo una especie de conmemoración de nombres rarísimos sacados de nombres de la época romana que se pusieron para evitar las confusiones en el reparto del correo... o algo así, seguro que alguien puede informarnos mejor. :)

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  3. Andregoto y su hija Breundia, dos mujeres perdidas en el siglo XI (por supuesto PARES, Archivo Histórico Nacional).
    Los gustos efectivamente cambian. Las modas, al compás de invasores que van y vienen, renuevan el parque onomástico. Y quién va a persuadir a nadie de que el suyo es el mejor, o el peor. Al menos aclaran el partido de los progenitores.

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  4. Jaja...me recuerda una entrada que escribí en mi blog Historia Infinita sobre los nombres prohibidos en España.

    Un cariñoso saludo

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  5. Alberto, no sé si te has equivocado al enlazar la anotación; sale otra.

    Sí, en América (especialmente en la Central) ponen de nombre lo primero que ven cuando viene de fuera; les da igual un billete, un avión, una caja de frutas... (US Army; Fruit Commpany, etc.)

    Lo de Huerta del Rey, tengo entendido que ponía los nombres el secretario del pueblo.

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  6. La verdad es que un nombre marca y mucho. Como nos toca leer muchos carnés hay veces que dan una pena las pobre criaturas..., si la naturaleza no es muy generosa con uno al nacer y encima va tu madre y te pone Gertrudis pues tienes la vida mucho más difícil que si te pone un nombre tan bonito como los de la lista je je

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  7. Tengo una usuaria que se llama Ayla, supongo que a sus progenitores les encantó el clan del oso cavernario, como a mi.
    Anda que se les llega a gustar Spiderman..

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  8. Que más puedo añadir a lo dicho, que tener un nombre raro puede suponer un calvario o que no te confundan con nadie y sea signo de distinción, como todo tiene su parte buena y su parte mala, pero yo me quedo como estoy aunque seamos muchas con el mismo nombre

    Lo que me parece increible, la costumbre de los famosetes de poner nombres más que peculiares, como Tiaamii, que está compuesto uniendo los nombres de las madres de los progenitores, a ver quién da más!!!

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