Llegamos a final de mes no habiendo mermado nuestros caudales poéticos, pues se acrecientan día a día con hallazgos nuevos. Pero sí finalizamos este ciclo de poesía inteligible que nos habíamos propuesto en agosto. Y lo hacemos con un poeta azul, que llenó el modernismo con sus versos, y que pasa por ser algo almibarado. De ahí que hayamos elegido un poema suyo que nos pueda sorprender por su temática. Bueno, ya sabemos que está muy difundido, es decir, que no descubrimos nada. Ahí va Rubén Darío (1865-1926).
Lo fatal
DICHOSO el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¿No está mal para comenzar septiembre con algo de ejercicio mental, no?
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos...!
ni de dónde venimos...!







no leas odas, hijo mío: lee los horarios de trenes.

